miércoles, 27 de diciembre de 2023

LA SEMANA SETENTA (DANIEL 9:27).

 




LA SEMANA SETENTA.


INTRODUCCIÓN:

Explicar el tema del cumplimiento de las profecías bíblicas de los tiempos del fin, dentro del marco equivocado de lo que en realidad representa la septuagésima semana (Daniel 9:27), no es más que una osadía que concluirá, indudablemente, en más confusión para el oyente que intenta comprender el asunto, y que a la larga podría incurrir en condenación para el que enseña mal las profecías escritas en la palabra de Dios, como lo dice el Señor en sus palabras registradas en Mateo, capítulo 5, versículos del 17 al 20, hablando de sus leyes o  profecías por cumplirse:

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Mucha atención a esto: cuando nuestro Señor dice: De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, refiriéndose al hecho de torcer el sentido de sus profecías, aún en sus más minúsculos detalles, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos.

Porque, ¿cuál es el sentido de enseñar y predicar la palabra de Dios? ¿agradar a los hombres o a Dios? 

Porque cuando estábamos en el mundo agradábamos a los hombres, y si estando en Cristo, seguimos agradando a los hombres, ya no somos siervos de Cristo. Porque es otro evangelio el que se estaría predicando; por lo tanto se convierte en anatema esas enseñanzas. (Gálatas 1:6-10).

De manera que, si alguien, ignorando lo que significa, o lo que representan, en este caso, las setenta semanas (que es una ley de Dios, una orden que ha de cumplirse en el tiempo establecido, como lo leemos en Daniel, capítulo 9, versículos del 22 al 27), y de cómo fue el desarrollo de su cumplimiento desde sus inicios;  pretende dar una explicación doctrinal, enseñando lo que considera sería lo que Dios quiso decir allí, el tal, es un osado, porque enseña delante de Dios, lo que Dios no le ha mandado a decir. Explicando lo que él mismo no entiende, y diciendo cosas contrarias a la verdad. De manera que sus seguidores y él mismo, siguiendo sus enseñanzas, sin duda caerán en el hoyo.

Esta imprudencia de enseñar lo que no se entiende de las sagradas palabras que Dios habló por medio de sus profetas, es una constante entre muchos indoctos que tuercen las escrituras para su propia perdición.

Porque no se ha tenido el temor reverente a Dios y a sus palabras, y piensan que pueden usar metodologías de interpretación bíblica para entender a Dios.

¿Acaso fue que no entendieron que el Señor dijo por medio del profeta Isaías, en el capítulo 55, versículos 8 y 9, que sus pensamientos no son nuestros pensamientos, y sus caminos no son nuestros caminos, porque así como son más altos los cielos que la tierra, así son sus caminos más altos que nuestros caminos, y sus pensamientos, más que nuestros pensamientos?

Y esto se debe, a que muchos no entienden, que el conocimiento de la verdad viene al hombre por revelación de lo Alto, y no por elección del pensamiento humano.

Es decir, todo el que recibe a Cristo nuestro Señor, en su vida, lo recibe porque la verdad le fue revelada a su espíritu, la cual iluminó su vida para ser llamado al camino de la salvación, este es el primer paso para conocer a Dios.

Él, se nos reveló y le recibimos; en tal sentido, no fue que fuimos muy inteligentes, sino que él se nos reveló cuando vivíamos desorientados en nuestros delitos y pecados. 

De allí en adelante, la vida de un nuevo creyente deberá ser guiada directamente por él, el buen pastor, y no por los hombres, aunque se hagan llamar pastores de rebaños.

De modo, que si el nuevo creyente comienza a escuchar los pensamientos de los hombres que "interpretan la voluntad de Dios", el tal se habrá apartado de la revelación de Dios a su vida, y he aquí el meollo del asunto.

Hasta finales del siglo XX, nuestro Señor, no había quitado el velo que mantenía cubierta la revelación de las setenta semanas, ni de cómo sería el cumplimiento de su última semana, porque el libro del profeta Daniel, donde se encuentra la revelación del tiempo determinado, y la identidad de la bestia del futuro, que surgirá de uno de los imperios del pasado, estaba sellado y cerrado; es decir, que el conocimiento de la revelación dada por Dios para los tiempos finales, por medio de sus profetas, estaba velado,  escondido del saber humano, como se le ordenó a Daniel, como está escrito:

Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará...

...Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? El respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán.
Daniel, capítulo 12, versículo 4, y versículo 8 al 10.

Es, pues, ahora, cuando Dios se ha placido desvelar el misterio de las revelaciones que estaban cerradas y selladas.

Pero ahora que Dios desvela el misterio, encuentra que todas las diferentes sectas religiosas, tienen su propia versión de lo que ellos consideran que Dios quiso decir,  y de cómo será el desenlace de las profecías en los últimos tiempos.  
Pero, por su puesto, con esa intención hizo la demora en desvelar sus misterios de los tiempos finales, porque con esta confusión que se ha generado por la proliferación de falsas enseñanzas, Dios va a conocer quien se apartará del engaño para seguir la verdad que ahora él, ha expuesto al mundo con su revelación al descubierto.

Y estoy sorprendido de como hay hermanos queridos en la fe, que están convencidos, y así lo enseñan, que la última semana que falta por cumplirse de las setenta semanas que se determinaron, representa el tiempo de la gran tribulación; que para ellos, no es otra cosa, que la ira de Dios,  que según  algunos creen (porque se les enseñó así),  comenzará con un tratado de paz que se firmará entre el anticristo y el gobierno de Israel, o el Statu Quo en Israel.

Este grupo que cree este pensamiento o idea que la han convertido en doctrina, al menos cree que el cumplimiento de la septuagésima semana se dará en un futuro, porque otros grupos enseñan que la semana setenta ya se cumplió en el pasado, al final del ministerio del Mesías, y hacen coincidir, en sus interpretaciones sin fundamentos, que la mitad de esa semana se cumplió con la crucifixión del Mesías.

Así, pues, se encuentran divagando las diferentes religiones para el momento que Dios decidió revelar todo el misterio que había sido cerrado y sellado hasta los tiempos del fin.

Ahora, ¿Qué se supone que harán todas las religiones cuando se proclame el verdadero conocimiento de la revelación bíblica?

Pues, ellos se opondrán a la verdad, y no admitirán que siempre estuvieron equivocados; entonces, allí ellos estarán al nivel de aquellos escribas y fariseos hipócritas, que rechazaron al Mesías, la piedra principal de toda la profecía, desechada por los edificadores, esto es, a Jesucristo, el Hijo de Dios (Hechos 4:11); amando más a la mentira que la verdad.

Esto que está ocurriendo en la actualidad con esta confusión doctrinal,  es lo que muestra la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25:1-13), que representa a todos los llamados a la salvación, dentro y fuera de las organizaciones religiosas, donde el 50 por ciento de ellas son prudentes, y el otro 50 por ciento, insensatas.

Ambas tienen sus lámparas, refiriéndose a la palabra de Dios (Salmos 119:115).

El aceite dentro de sus lámparas, que hasta esos momentos las mantuvo encendidas a todas ellas, representa el conocimiento escaso de la Palabra, que mantienen aún a las vírgenes en luz hasta esos momentos; sea que dicho conocimiento lo haya recibido por revelación del Espíritu, o por la interpretación del pensamiento humano que es el aceite adulterado.

La parábola habla de la dispensación de un nuevo aceite, un aceite fresco, que es muy valioso; ofrecido a las vírgenes por aquellos que lo venden, es decir, por aquellos que les ha sido confiada la revelación, que tienen el encargo de transmitir el conocimiento que recibieron del Espíritu, a las vírgenes (Isaías 44:6-8), de las revelaciones indicadas en sus lámparas, la Biblia.

Las vírgenes prudentes que son sensibles a la voz de Dios, escuchan a los que ofrecen el aceite fresco, y creen, y deciden proveerse de ese aceite, mas las insensatas, persuadidas por el engaño del aceite adulterado de sus lámparas, deciden no comprar, porque están muy confiadas en su viejas enseñanzas, las cuales les indican que ellas no estarán cuando se manifieste el anticristo, porque se habrán ido en el rapto secreto.

Tal confusión no les permitirá entender que el anticristo, aquel que fue identificado y mostrado a través del aceite fresco, es el mismo que viste y calza. Ellas dicen: este nuestro viejo aceite será suficiente para que nos alcance hasta que desaparezcamos en el rapto secreto, después si se manifestará el anticristo como se nos enseñó, no antes.

Menospreciando, de este modo, el conocimiento que las puede guiar a la salvación en estos tiempos finales.

Aquí les comparto para honrar a mi Señor, un poco del aceite fresco, y valioso como el oro, para que lo comprueben. y puedan decir: verdad, es (Isaías 43:8-9).

CONTEXTO HISTÓRICO PARA EL INICIO DE LAS SETENTA SEMANAS DETERMINADAS AL MUNDO, ES DECIR, A LOS GENTILES, EN FUNCIÓN DEL PRIMER PACTO ( PACTO DE DIOS CON ISRAEL).

Durante 33 años, he venido explicando en qué consiste esta última semana profética que pertenece a las setenta semanas que Dios determinó para el mundo, en función de la restauración del primer pacto de Dios con su pueblo de Israel, y de su santa ciudad, Jerusalén, desde su regreso de Babilonia, a donde fueron llevados cautivos por causa de su pecado contra Dios y contra su santo pacto (Daniel 9:1-27) que estableció con ellos en Egipto, y ratificó en Jerusalén con la edificación y dedicación del templo de Dios hecho de piedra, bajo el mando del rey Salomón (1 Reyes 9).

Dicha profecía revela que desde la salida de la orden para la restauración y la  edificación de Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrían de cumplirse siete semanas y sesenta y dos semanas.
Para la debida comprensión de este misterio, es necesario preguntarle al mismo Señor, el autor de sus leyes, por el significado que tiene esas primeras siete semanas que fueron diferenciadas de las sesenta y dos semanas subsiguientes, en su programa de ejecución de ese tiempo establecido.

La siguiente explicación es la respuesta de Dios que vino a mi por revelación, y que da luz al misterio de las setenta semanas.

Restaurar y edificar,   fueron términos usados en esta profecía, en correspondencia a dos hechos simultáneos, en el contexto histórico de lo acontecido a Israel y a su santa ciudad, en ese entonces; los cuales fueron: la rotura del pacto por setenta años, y la destrucción total de la ciudad, Jerusalén; de manera, que se pudiera entender, que Dios rompió su pacto con Israel durante los 70 años de cautiverio , como lo leemos en el libro de Jeremías, capítulo 25, versículo 11, y en segunda de Reyes, capitulo 23, versículos del 26 al 27; por lo cual tuvo que destruir su templo que edificó por medio de Salomón, como señal de su indignación con la casa de Judá, como quedó registrado en segunda de Crónicas 36, del 17 al 21; y así, hacer una separación de setenta años de desolación, propicia para diferenciar el estado de muerte espiritual donde cayeron; que conllevó a rehacer nuevamente el vínculo, pero, ahora, por un tiempo determinado, a fin de cumplir con su bendito  plan de salvación para toda la humanidad, hasta culminar con la venida del Mesías Príncipe, por segunda vez a la tierra; empezando con las primeras siete semanas, que se emplearían, exclusivamente, para la restauración del pacto con la edificación del templo en Jerusalén por segunda vez, contadas desde la salida de la orden para su ejecución, la cual sería decretada por el rey Ciro de  Persia, como lo había dicho Dios por medio del profeta Isaías, doscientos años antes de nacer Ciro, como está escrito en su libro, capítulo 44, versículo 28, y capítulo 45, del 1 al 7, donde se dice:

…”que dice de Ciro: es mi pastor, y cumplirá todo lo que quiero, al decir a Jerusalén: serás edificada; y al templo: serás fundado.”…

Esas siete semanas representa el tiempo de la restauración del pacto, que simboliza un tiempo pascual, porque la pascua es la señal del pacto de Dios con Israel, vinculado a la edificación de su templo.

Dios ordenó a Israel el cumplimiento de sus fiestas anuales (Levítico 23), de año en año y de manera perpetua, durante los primeros siete meses del año, para la ratificación continua del pacto que  Dios había hecho con ellos en Egipto.

El tiempo de la ejecución de la obra del primer templo edificado por el rey Salomón, fue controlado por Dios para que se lograra en siete años (1 Reyes 6:38), a fin de que se cumpliera con el tiempo pascual, dejándolo registrado como señal del propósito divino; es decir, que para la confirmación del pacto con la edificación del templo, se precisará  siempre de un tiempo pascual, o siete unidades de tiempo, sea en días, en semanas de días, o en meses, o en semanas de años, etc. De hecho, las mismas setenta semanas determinadas, son siete decenas, siendo cada decena una unidad de las setenta semanas.

Esa es la razón por la cual el pacto de Dios con los judíos  y Jerusalén, está intrínsecamente relacionado con estas setenta semanas determinadas. Por lo cual, la restauración del pacto no está en manos de la voluntad humana, por más que los judíos pongan empeño en querer restituir el pacto con la edificación del templo de Dios en medio de su pueblo; porque es Dios quien lo restituye a su modo y a su debido tiempo; y empleará para su ejecución, a quien ya fue designado desde tiempos antiguos en sus profecías, para que realice  la obra física de su tercer y último templo, esto es, al Zorobabel del futuro (Zacarías 4), el cual está preparado y capacitado para ello, independientemente de la aprobación de las autoridades humanas o Statu Quo, que siempre están en contra de los designios de Dios.

El Señor concibió el tiempo de su creación de siete días, con el peso de su propia inmolación por causa de lo más preciado de su obra, que es el hombre, que está perdido en sus delitos y pecados (Apocalipsis 13:8).

El misterio de las palabras del Señor Jesucristo, en Marcos, capítulo 2, versículo 27, expresadas a aquellos judíos de aquel entonces, que se escandalizaban cada vez que veían al Señor Jesucristo realizar los milagros y bondades en el día de reposo, explican este asunto del séptimo día, que el hombre natural no puede entender, porque son cosas de índole espiritual, cuando les dijo:

“El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.” (Marcos 2:27).

El hombre creado en el sexto día desobedeció al único mandamiento, y pecó, y por ende hubo la separación de muerte espiritual; luego vino el séptimo día que es la gracia de Dios sobre el hombre para que no muriera para siempre, sino que fuera redimido por un gran pago,  para que la ira de Dios  fuese descargada en el séptimo día, para castigar el pecado del hombre; puesto que si el hombre pecó, el hombre debía morir; es aquí donde se interpone el amor de Dios para que el hombre no muera.

El día del reposo representa al Hijo de Dios, que vendría a dar el pago por nuestro rescate; de manera que él mismo es el cuarto mandamiento, en quien sería descargada toda la ira de Dios. Esa es la razón por la cual el hombre no fue hecho por causa del reposo, sino que el reposo fue constituido como ley, por causa del pecado del hombre, como el plan definitivo para la redención. 

Esa es la gran solemnidad de ese día, que el judaísmo y todas las religiones desconocen.

El día de reposo fue hecho para quitar con él, el pecado del mundo, porque la paga del pecado es la muerte; siendo el reposo de la ira de Dios, el mismo regalo de Dios, que es Jesucristo crucificado.

El hombre pecó, el hombre debe morir: esa es la Justicia perfecta; aquí, se interpone Cristo voluntariamente en sacrificio vivo.

El hombre pecó, y la sangre de un animal degollado redime al hombre: es Justicia imperfecta.

Porque si aquel primero (primer pacto) hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo (Nuevo pacto). (Hebreos 8:7).

Por lo cual, esta escrito en el libro del profeta Jeremías, capítulo 31, del versículo 31 al 34, lo siguiente:

“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”

La institución de los sacrificios de animales, creada mediante la ley que dio el Señor a Moisés, para que el pueblo de Israel lavara sus pecados; fue una solución provisional y limitada en su eficacia, para redimir el pecado, tanto a judíos como a gentiles; pero constituiría el camino diseñado por Dios en su ley, para lograr la justicia perfecta  para la redención, mediante el sacrificio del Hijo de Dios como un cordero sin manchas ni defectos, para todo aquel que cree, sea judío o gentil.

El Hijo de Dios se hizo carne para pagar con su vida la violación de la ley que transgredió el hombre, y hacer la perfecta justicia que la ley demandaba, para que todo aquel que en él cree, no sea condenado, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16, Hebreos 4:3).

Así que sólo Dios conocía lo que el hombre necesitaba para el restablecimiento de la paz verdadera, que era la de estar en paz con Dios, y así lograr apartarnos de su ira.

Amados, si alguien se rehúsa a creer esta realidad que se encuentra bien fundamentada en la misma Palabra, se colocará a años luz para poder comprender cómo comenzó la semana setenta, o última semana en estos días finales.

Escuchen bien, la septuagésima semana ya comenzó, y hay abundantes evidencias bíblicas de su misterioso cumplimiento en nuestros tiempos, las cuales explicaré en lo sucesivo, donde se muestran sus fechas hebreas para el futuro, basadas en el registró histórico de la reedificación del segundo templo por el profeta Hageo; que contiene, a su vez, la fecha futura, 24 del mes noveno, para el comienzo del lapso de las dos mil trescientas tardes y mañanas, indicadas en Daniel 8, versículo 13 y 14, que la identifican por completo; y todo esto en armonía con la aparición de la bestia que era, y no es, y será (Apocalipsis 17:8), quien se convertirá en el anticristo a su debido tiempo, como está descrito en sus profecías bíblicas, quien perseguirá y procura matar al pueblo de Dios a nivel mundial, como un tiempo de prueba para todo el mundo. (Apocalipsis 3:20).

Volviendo al tema. Este tiempo de siete semanas diferenciadas al inicio de las setenta semanas determinadas, es el período para la restauración del pacto, que abarcaría, por consiguiente, 49 años; donde está incluido los 46 años de la edificación del segundo templo, como lo revela el evangelio de Juan, capítulo 2, versículo 20.

Con la manifestación y muerte del Mesías Príncipe, se cumplieron completamente, 69 semanas hasta su último día (Daniel: 9:26), consumándose en ese momento, el nuevo pacto, y rompiéndose, simultáneamente, el primero, cuyo hecho fue señalado con el rasgamiento del velo del templo, inmediatamente después que nuestro Señor murió, como lo registra el libro de Mateo, capítulo 27, versículo 51, como prueba del momento de la transición de los dos pactos, sin que hubiera tiempo alguno de separación que mediara entre ambos. Esta fue la razón por la cual se registró esta transición, en este preciso momento de la muerte del Mesías. Fue como fotografiar ese instante tan importante del cambio de los dos pactos.

Esta explicación aclara lo expresado en el libro a los hebreos, capítulo 8, versículo 13, refiriéndose al primer pacto, cuando dijo:

“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.”

Tal como ocurrió en el año 70 después de Cristo, cuando fue destruido el templo, desapareciendo por completo el primer pacto, dejando en ruinas a Jerusalén, como concluye el pasaje profético en Daniel, capítulo 9, verso 26.

De este modo quedó pendiente la última semana para la final restauración del pacto, con el regreso de los judíos a Jerusalén. Siendo esta la razón por la cual la profecía de la última semana dice, en el versículo 27 del capítulo 9 de Daniel, lo siguiente:

“Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que Venga la  consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.”

El espíritu de la profecía de las setenta semanas, como lo vengo explicando, revela que la confirmación del pacto está asociada con la edificación del templo de Dios en Jerusalén, para la restauración del pacto; por lo cual, deberá iniciarse con el tiempo pascual, de la misma forma como se iniciaron las setenta semanas. Y su cumplimiento deberá evidenciarse en sus antiguas profecías, para que todo aquel, vea, entienda, y crea. Este es el misterio, el cual continuaré explicando.

Ahora, estamos conscientes que hubo al principio un rompimiento del pacto por espacio de 70 años, donde Jerusalén reposó todo el tiempo de su desolación. (2 Crónicas 36:21). De igual modo ocurrió con el segundo rompimiento, como lo he explicado; pero, este nuevo rompimiento no sería por 70 años, sino por 1970 años de desolación desde la muerte del Mesías, hasta el año 2003, año para su perdón por su rebelión, cuyo año ya había sido determinado en las profecías de Oseas, capítulo 5, verso 15, y capítulo 6, versos del 1 al 2, que habló de la primera venida del Mesías, el cual dice:

“Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán.
Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.”

El cumplimiento de esta última semana, se encuentra ampliamente evidenciado, desde los tiempos antiguos, por medio de sus profetas, como se lo estoy demostrando.

Por lo cual, Dios ha demandado por medio del profeta Isaías, que sus profecías registradas, acerca de las cosas que  vendrán, sean ordenadas, proclamadas, y anunciadas, sin ningún temor:

“Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios. ¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir. No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.” (Isaías 44:6-8).

Esta verdad revelada, ha dejado al descubierto a la mentira que el diablo ha venido sembrando por medio de sus intérpretes acerca de esto; sin embargo, hasta ahora ha hecho todo lo posible para contener su expansión, logrando que subestimen la enseñanza, para que la revelación no sea conocida.

La revelación fue traída al mundo mediante un don de conocimiento para aclarar esos profundos enigmas de las profecías por cumplirse; como también fue escrito en Isaías 43, del 8 al 13, cuando dijo:

“Sacad al pueblo ciego que tiene ojos, y a los sordos que tienen oídos. Congréguense a una todas las naciones, y júntense todos los pueblos. ¿Quién de ellos hay que nos dé nuevas de esto, y que nos haga oír las cosas primeras? Presenten sus testigos, y justifíquense; oigan, y digan: Verdad es. Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié, y salvé, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios. Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará?”

Otro pasaje del libro de Isaías dice concerniente a esto, en el capítulo 46, versículos del 8 al 13, lo siguiente:

“Acordaos de esto, y tened vergüenza; volved en vosotros, prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré. Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia: Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá. Y pondré salvación en Sion, y mi gloria en Israel.”


EXPLICACIÓN DEL CUMPLIMIENTO DE LA ÚLTIMA SEMANA O SEPTUAGÉSIMA SEMANA, CON SUS EVIDENCIAS BÍBLICAS.

Es conveniente entender cómo fue el ordenamiento de los años del calendario que comúnmente usamos, llamado: el calendario gregoriano, por ser el Papa Gregorio XIII, en el siglo XVI, su promotor; logrando, mediante estudios realizados por científicos en la Universidad de Salamanca, España, desde el año 1515 al 1578, tomar como guía, la primera venida del Hijo de Dios, en cuyo nacimiento se basó el inicio del orden de los años; razón por la cual se dice de él, que dividió la historia en antes de Cristo y después de Cristo.

De manera que para el año 2003 se cumplían 2003 años de su nacimiento. Esto para muchos entendidos es bien sabido y evidente, pero no para otros; por eso, esta aclaración está dirigida a algunos que hasta ahora no lo saben; de manera, que hasta el año 2023, hemos alcanzado los 2023 años del nacimiento de nuestro Señor.

El pasaje del profeta Oseas, indicado con anterioridad, revela que habrían de transcurrir 1970 años de separación del pacto desde que Jesucristo nuestro Señor murió y regresó a su lugar, al cielo; hasta el inicio del perdón, con la confirmación del pacto. Dejando registrado que para el año 2003, desde su nacimiento, ellos serían perdonados. Debemos saber que las profecías de Oseas se escribieron hace más de 2700 años.

Ahora bien, Dios también habló de esta larga desolación, por medio del profeta Zacarías, capítulo 1, del 12 al 17. Dicha profecía habló, de manera simbólica, de los mil novecientos setenta años de desolación en Jerusalén, en una segunda diáspora, ya que el profeta Zacarías pertenece al tiempo del post exilio, cuando el pueblo judío regresó de Babilonia. De manera, que estos setenta años que menciona esta profecía, no se trata de la deportación aquella; sino que se refiere a otro exilio donde serían esparcidos por todas las naciones. Entonces, esos setenta años mencionados allí son simbólicos como lo he dicho, y representan a los 1970 años del segundo exilio, que concluyeron el 26 de febrero de 2003, o 24 del mes de Adar 1, del 5763, como veremos a continuación.

Es importante también que comprendamos, que en aquellas primeras siete semanas, en las cuales se restauró el pacto, hubo una paralización de la obra del templo, por un largo tiempo, estimado en 42 años como lo pueden leer en el libro de Esdras, capítulo 4. 
Es en ese contexto histórico que Dios levanta a los profetas Hageo y Zacarías, para estimular al pueblo a la reanudación de la edificación de la obra, como lo pueden leer en el libro de Esdras, capítulo 5. Y es aquí, donde Dios producen las profecías concernientes al cumplimiento de su última semana.

Las palabras de Dios pronunciadas por Hageo, estimularon al pueblo a reanudar la edificación del templo, en aquel entonces; de tal manera, que Dios logró que se activara la obra desde el día veinticuatro  del mes sexto del segundo año de Darío. Ese día marcó la fecha para el inicio del cumplimiento de su última semana, Hageo 1, versículo 15.

El 24 de Adar 1, del año 5763, representa la fecha 24 del sexto mes del año 5763, debido a que Adar, aunque es el décimo segundo mes del pacto roto que se confirmaría  partir de ese mismo día, es también, el mes sexto del año 5763.

Claro, para comprender esto, debemos conocer el manejo sencillo del calendario hebreo, que contiene doce meses.

Este calendario fue instruido por el Señor desde que salieron de Egipto, ordenándoles que su primer mes fuera el mes de Abib, o Nisán, mes de la estación primaveral, entre los meses de marzo y abril del calendario gregoriano, como lo leemos en el libro de Éxodo, capítulo 12:

“Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo:
Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año.” (Éxodo 12:1-2).

“Guardarás el mes de Abib, y harás pascua a Jehová tu Dios; porque en el mes de Abib te sacó Jehová tu Dios de Egipto,”…(Deuteronomio 16:1).

Esto hace evidente que los judíos en época de Moisés, estando en Egipto, tenían un orden diferente de los meses, por lo cual Dios, en virtud del pacto, se los cambia , y le establece un nuevo primer mes, como lo hemos visto.

Así fue que su antiguo primer mes, pasó a ser el mes séptimo (Tishrei) que corresponde al mes del Año Nuevo, entre los meses de septiembre y octubre, porque la creación del hombre ocurrió en ese mes.

Entonces, quedó que para los aspectos civiles, el mes séptimo sería su primer mes; mas para el culto a Dios en la observancia de la ley, el primer mes vendría a ser, Nisán o Abib.

Los judíos después de su destierro, por segunda vez, continuaron llamando a los meses por el orden establecido en la ley, como es lógico entenderlos, porque ellos no supieron, ni aceptaron que Dios se había apartado de ellos como nación, por un largo tiempo; mas no por siempre, como lo había prometido cuando habló por medio del profeta Jeremías, con unas conmovedoras palabras, donde confirmó la imposibilidad de que Israel no fuera pueblo delante de su presencia por siempre, por los siglos de los siglos; en el capítulo 31, del versículo 35 al 37; por lo tanto, el pacto estaba inhabilitado por causa del Nuevo Pacto durante 1970 años desde la muerte de Cristo (Daniel 9:26), hasta el 26 de febrero del 2003.

En tal sentido, la aplicación del mes sexto, corresponde al mes de Adar 1, como mes sexto del año 5763 del calendario hebreo, en el cual terminarían los mil novecientos setenta años de separación espiritual; esto es, para el año 2003.

Los meses del calendario hebreo pueden nombrarse por su orden numérico  o por sus nombres adquiridos durante el tiempo de su dilatada cultura ancestral, a partir del mes de Abib, o Nisán.

De este modo tenemos, que:

El primer mes es: Nisán
El segundo:  Iyar
El tercero: Siván
El cuarto: Tammuz
El quinto: Ab
El sexto: Elul
El séptimo: Tishrei
El octavo: Jeshván
 El noveno: Kislev
El décimo: Tevet
El un décimo: Shevat
Y el duo décimo: Adar

Como se pueden dar cuenta, la fecha 24 del mes sexto registrada en Hageo, es un muy delicado detalle profético que el Señor nos dejó, para señalarnos, qué día estaba previsto para el restablecimiento del pacto suspendido después de la muerte del Mesías; para lo cual tuvo que recrear este suceso de la suspensión de la obra del segundo templo, para crear la fecha del inicio de la reedificación de la obra, que sirviera como fecha de inicio de la confirmación del pacto en la septuagésima semana que se cumpliría en el futuro.

Por lo tanto, la fecha de la reedificación del templo, es contentiva de una doble aplicación; la primera, histórica, ya que revela que en el mes de Elul, mes sexto del pacto, se inició la reedificación del segundo templo; y segundo, profética, porque la misma aplica para la fecha de inicio de la confirmación del pacto inhabilitado con su pueblo Israel como el apóstol Pablo lo mencionó, cuyo misterio fue revelado en su carta a los Romanos, a lo largo del capítulo 11.

Debemos, ahora, hacer la proyección de los 2595 días que contiene esta semana a partir del 26 de febrero del año 2003.

La semana propiamente dicha, contiene 2520 días, mas Dios le añade, exclusivamente a esta última semana, 75 días más, desde la mitad de la misma, cuando debe cesar el continuo sacrificio, hasta alcanzar los 1335 días, como se indica en Daniel, capítulo 12, versículos del 11 al 12, por lo cual la semana setenta contiene 2595 días.

Cuando hacemos dicha proyección para saber cuándo termina la confirmación del pacto en esta semana desde el 26 de febrero del 2003, nos lleva insólitamente al 5 de abril del año 2010, correspondiente al 21 del mes de Nisán del año 5770. Esta fecha es el último día de la pascua. De manera que esto comprueba que Dios confirmó su pacto con Israel por una semana, como lo indicó la profecía en Daniel 9, en la primera parte del versículo 27, donde dice:

…”Y por otra semana confirmará el pacto con muchos.”…

Esta semana es el tiempo pascual para la debida confirmación del pacto en su última semana; el tiempo pascual del cual les vengo hablando. Y demuestra que aunque no veamos el templo en pie, materialmente hablando, el mismo ya existe espiritualmente, en Jerusalén, en su apropiado lugar.

El misterio del cumplimiento de la septuagésima semana consiste en la recreación del ciclo anual de las festividades del pacto (Levítico 23); de manera que ella sobrepasa lo que imaginamos sería el cumplimiento de tan sólo siete años. Sino que su cumplimiento se extiende a lo largo de 27 años, desde el año 2003 hasta el 2030.

De manera, que la septuagésima semana se cumple en tres tiempos de siete años cada uno; ya que ella, semejante a un ser viviente, contiene espíritu, alma y cuerpo; de modo que el cuerpo, que es lo tangible de ella, lo que se puede palpar y ver, es el cumplimiento de su última etapa, y cierre de la misma, la cual podemos definir como el tiempo para la salvación de Israel, ya que el segundo tiempo, relacionado con el alma, es el cumplimiento de la fiesta de los tabernáculos, que fue el tiempo donde se abarcó la plenitud de los gentiles, de donde Dios se escogerá a sus redimidos de entre todas las naciones.

El espíritu de la septuagésima semana, está representado por la semana de la confirmación del pacto, o la semana pascual; desde el 26 de febrero del 2003, hasta el 5 de abril del año 2010, correspondiente en el calendario hebreo al tiempo desde el 24 de Adar 1, del año 5763, hasta el 21 de Nisán del año 5770.

El alma, representa el tiempo dispuesto para los siete años posteriores de la fiesta solemne de los tabernáculos, donde al culminar, habrá entrado la plenitud de los gentiles,  cuando los campos estarán blancos y preparados para la siega, como lo dijo nuestro Señor en el evangelio de Juan, capítulo 4, versículos del 35 al 38, y corresponde al cierre de las festividades anuales del pacto. Esta fiesta se inició el 28 de septiembre del 2015, correspondiente al 15 del mes séptimo del año 5776 (Levítico 23:34); la señal para reconocer su inicio, fue la presencia de la última luna de sangre de la tétrada de lunas de sangre 2014-2015. Y terminó a los 2595 días, el 5 de noviembre del 2022, pasados 20 días de haber culminado la fiesta de los tabernáculos para ese año 2022, cuyo 21 del mes séptimo del año 5783, día final de la fiesta de los tabernáculos, correspondió al 16 de octubre del 2022.

El cuerpo, que representa la cristalización de la semana, a los ojos del mundo, es el tiempo reservado para la salvación de Israel por los últimos siete años, donde se agudizará el odio hacia los judíos en todo el mundo.

La señal mostrada para el inicio de este período para los siete años finales, fue el ataque terrorista del 7 de octubre del 2023, que recibió el pueblo de Israel, correspondiente al 22 del mes séptimo del año 5784, inmediatamente después de terminada la fiesta de los tabernáculos para este año, en alusión precisa los siete años de la fiesta de los tabernáculos de la septuagésima semana cumplida hasta el 5 de noviembre del 2022.

Es decir, que para dar inicio al cumplimiento del tiempo para la salvación de Israel fue necesario señalarlo con la finalización de la fiesta del los tabernáculos, o Sucoc, como también se le llama en Israel, del año 2023, en alusión al período del alma, como demostración de que se abrió este último período concerniente a la salvación  de Israel.

El templo de piedra será edificado, en este período, como señal física del pacto de Dios con Israel, que posteriormente será profanado con la presencia del anticristo sentado en él, como Dios, haciéndose pasar por Dios, como lo enseña el apóstol Pablo en su segunda carta a los tesalonicenses, capítulo 2. Tal profanación está determinada que se produzca a los 1290 días después de la mitad de la semana, cuando ha de cesar el continuo sacrificio, hecho que nuestro Señor quiere que entendamos, ya que a esa altura del último tiempo nos encontraremos a tan solo 45  días de alcanzar los 1335 días finales de la semana, cuando llegaremos al tiempo de la venida del Señor, quien regresará sorpresivamente a levantar a su pueblo escogido de todo el mundo. 

Cuando lleguemos, pues, a los 1335 días, también se le habrá agotado al anticristo, los 42 meses que se le autorizaron, como lo explica el versículo 5, del capítulo 13 del libro de Apocalipsis; por lo cual la humanidad completa sentirá un sosiego momentáneo, como la quietud experimentada cuando uno se encuentra dentro del ojo de un huracán, por lo cual se escuchará decir: paz y seguridad por varios días, estimulando la necesidad de salir de los escondites, más nuestro Señor nos advirtió que no salgamos, porque muchos burladores se prestarán para decir que ya Cristo regresó y se encuentra en tal y cual parte, pero no les crean, no hay necesidad de salir para el encuentro con Dios, porque si fuiste tenido por digno de la salvación, Dios enviará a sus ángeles, los cuales te recogerán. Y todos en un abrir y cerrar de ojos, subiremos a las nubes para dar la bienvenida y recibir a nuestro Rey, a Jesucristo, que viene con poder y gran gloria.

El Domo de la Roca permanecerá junto al templo, ese es el patio de afuera del templo, como lo demanda el Señor en los sagrados libros, de Apocalipsis, capítulo 11, versos 1 y 2, y de Ezequiel 40, versículos 1 y 2.

El anticristo, es el rey de Babilonia, literalmente hablando, quien profanará el santuario sagrado, sentándose en el templo, 45 días antes del fin, a los 1290 días desde el cese del continuo sacrificio, hecho que ocurrirá a la mitad de este tercer período de la semana.

LO QUE DETIENE LA MANIFESTACIÓN DEL ANTICRISTO.

Ya en tiempos del apóstol Pablo se infiltraban falsas informaciones a los creyentes, en  este caso, a los de Tesalónica, acerca de rumores  que indicaban que la venida del Señor estaba cerca, olvidándose de todo lo que él les había enseñado con anterioridad, acerca de las señales previas a su venida, para nuestra reunión con él.

De manera, que les vuelve a recordar en esa segunda carta, que antes de su venida, vendría el hombre de pecado, el desolador, el cual se sentaría en el nuevo templo en Jerusalén, refiriéndose como ahora lo sabemos, al cumplimiento de la septuagésima  semana; entonces, se puede ver claramente, en el pasaje de libro de Daniel, capítulo 9, versículo 27, que el anticristo no se puede manifestar al mundo sin que antes no cesen los sacrificios y las ofrendas a la mitad de la semana.

Así como leemos en el pasaje de Daniel, capítulo 12, versículo 11, que desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio, hasta que el anticristo se siente en el templo, profanándolo, cuyo hecho representa, la abominación desoladora, habrá 1290 días, es decir, 43 meses, un mes más de su tiempo autorizado para actuar, como el apóstol Pablo lo leía en el libro de Daniel, capítulo 7, versículo 25, lo cual fue ratificado también en el libro de Apocalipsis, capítulo 13, versículo 5.

De manera, que la señal previa a la manifestación del anticristo, indicada en la orden, es el cese del continuo sacrificio.

Por tal razón, Satanás se encuentra imposibilitado de manifestar al desolador hasta tanto no se cumpla ese momento determinado.  Pero él no se ha quedado con sus manos cruzadas, sino, que ya en sí, tiene todo arreglado para el encuentro final. No nos descuidemos.

El apóstol Pablo, tomando como referencia a los sacrificios y ofrendas que se presentaban en Jerusalén, en el templo presente, ya que para ese entonces no había sido destruido aún, pudo decir, “hay quien al presente lo detiene”, este fue el sentido de sus palabras.

Esto solo es un poco del aceite fresco, necesario para enfrentar los desafíos en lo que resta de tiempo,  para el encuentro con nuestro amado Rey. Les amo entrañablemente en el amor de Cristo, nuestro Señor.  Amén.
La paz de Dios sea con los que temen al Dios de Israel.

La paz de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes. Amén.

Su consiervo en el Señor Jesucristo:
Antonio José Sepúlveda- Caracas, Venezuela.
ajosepulveda@gmail.com/
10 de Marzo del 2024

Hoy 20 de abril del 2024.
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